De cara a abordar el estudio del proceso revolucionario francés, vamos a estructurarlo siguiendo una serie de etapas, que se suceden en orden sucesivo:
1. La convocatoria de los Estados Generales y la constitución de la Asamblea Nacional.
Los Estados Generales fueron convocados para iniciar sus sesiones en mayo de 1789. En esta asamblea se daban cita representantes de los tres estados: nobleza, clero y estado llano (tercer estado). Según la tradición, se reunían por separado para dar su consentimiento a propuestas reales y cada estamento tenía un único voto.
Antes de la reunión de los Estados Generales, el tercer estado había logrado que el número de sus representantes fuera similar a los de la nobleza y el clero juntos. Pero faltaba por dilucidar el sistema de votación. El 5 de mayo, bajo la presidencia del rey Luis XVI, se abre solemnemente la gran reunión de los Estados Generales.
La discusión más importante –y la clave de la cuestión- era la forma de votación. El clero y la Nobleza pedían voto por estamento, el tercer estado un voto por persona. Tras agrias polémicas durante varias semanas, los representantes del tercer estado se autodeclararon Asamblea Nacional (17 de junio) y decidieron retirarse a otra sala, en la que se jugaba a la pelota, y allí decidieron, en reunión con algunos clérigos, pronunciar el Juramento del Juego de Pelota (“Jeu de Paume”, 20 de junio), afirmando que, donde quiera que ellos se reuniesen allí estaba la Asamblea Nacional y juraban no abandonar el lugar sin haber dotado a la nación de una Constitución que garantizase sus derechos.
2. La Asamblea Constituyente (1789-1791).
El rey titubea, no sabe qué hacer, quiere evitar un derramamiento de sangre, hasta terminar cediendo, ordenando la reunión de los tres estados para dar una Constitución a Francia. Nacía la Asamblea Nacional Constituyente. De esta forma, los Estados Generales habían terminado desembocando en una Asamblea Constituyente bajo el control de la burguesía. Paralelamente, el pueblo de París, con sus actuaciones va a contribuir también al triunfo de la revolución, dándole un cariz popular que los burgueses revolucionarios supieron encauzar a favor de sus objetivos. Entre las jornadas revolucionarias protagonizadas por el pueblo destaca el asalto a la prisión de la Bastilla (14 de julio), fortaleza considerada símbolo del absolutismo. Paralelamente, en el campo francés los campesinos se movilizaban contra el poder señorial. Muchos nobles respondieron huyendo de Francia con la intención de conspirar en contra de la revolución.
La revolución estaba en marcha. La Asamblea Constituyente empezaba a aprobar leyes por las que se abolía al Antiguo Régimen. En agosto se procedió a suprimir el sistema feudal y se redactó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en la que se garantizaba la libertad individual, la propiedad y la igualdad de derechos ante la ley.
Con vistas a enfrentarse a la crisis financiera se decidió la expropiación y venta de los bienes del clero. La medida disgustó a la Iglesia y se completó con la aprobación de la Constitución Civil del Clero con la que se quiso crear una iglesia nacional, convirtiendo a los religiosos en funcionarios del Estado. La norma fue condenada por el Papa Pío VI y produjo un conflicto religioso que solo se resolvió en parte en la época de Napoleón.
Por último, en septiembre de 1791 era aprobada la Constitución, que establecía el principio de la soberanía nacional; Francia se convertía en una monarquía constitucional, basada en la división de poderes: el ejecutivo (en manos del rey), el legislativo (en una Asamblea unicameral, llamada Asamblea Legislativa) y el poder judicial (ejercido por los tribunales del Estado). El sistema electoral que se aprobó era censitario (solo podían votar los ciudadanos que tuviesen un mínimo de riqueza). Con todo, consolidar una monarquía constitucional no iba a ser fácil. El comportamiento de la familia real tampoco contribuyó a ello. Además, los exiliados franceses conspiraban y presionaban a los monarcas y a las cortes europeas para que interviniesen. A todo esto, meses antes de aprobarse la Constitución, la familia real intentó huir de Francia con la intención de reunirse con los nobles emigrados y para conseguir el apoyo de las potencias extranjeras. Descubierto en Varennes, Luis XVI fue devuelto a París, creándose un clima de desconfianza hacia la monarquía y contribuyendo a radicalizar a los sectores más radicales.
3. La Asamblea Legislativa (1791-1792).
Es una etapa que pretendió ser moderada y que concluyó con el triunfo de los radicales. De acuerdo con la Constitución se celebraron elecciones al nuevo parlamento o Asamblea Legislativa. Entre los diversos partidos o “clubes” que se dieron cita en la Asamblea pronto destacaron dos: por un lado, los girondinos, que representan a la alta burguesía, con ideas moderadas, y por otro, los jacobinos, que agrupan a la baja burguesía, a favor del radicalismo revolucionario; a estos dos grupos habría que añadir las masas populares de París, los -sans culottes-, que cobrarán especial protagonismo en la etapa siguiente. La política de la Asamblea estuvo marcada por los problemas en el exterior con las monarquías europeas, especialmente con Austria y Prusia, donde iban reuniéndose los numerosos emigrados del país (sobre todo, nobles y clérigos).
La Asamblea, por iniciativa de los girondinos, decidió declarar la guerra a Austria (abril de 1792), conflicto que muy pronto se extendería a toda Europa y que se planteó como una guerra ideológica: por un lado, Francia pretendía extender el espíritu revolucionario a toda Europa; por el otro, los monarcas absolutos y la aristocracia unidos en la defensa del Antiguo Régimen.
Las primeras actuaciones bélicas fueron desastrosas para Francia. Tropas austriacas amenazaban con ocupar París, pero el rey era acusado de estar en contacto con los invasores. La situación dio lugar a una insurrección popular protagonizada por las clases populares, los sans-culottes (10 de agosto de 1792): el palacio real de las Tullerías fue asaltado, el rey fue encarcelado con su familia, se puso fin a la Asamblea Legislativa y se convocaron elecciones, por sufragio universal, para una asamblea llamada Convención.
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